Clavas los dedos en tu almohada agarrándote a sensaciones
hace tiempo perdidas, sensaciones que tratas recuperar y qué en cuanto tienes
un momento en las que crees que estás recuperándolas, vuelves a tu almohada a
agarrarla fuerte y conteniendo el aliento, pues con él se escapa algo más que
aire…
Y vuelves a lo mismo, una y otra vez intentando rescatar lo
mejor de ti mismo, pues en mi caso muchas veces no echo de menos una persona,
sino me echo de menos a mí, a la
confianza ciega que sientes a esa fuerza que te hace sentirte un killer… da igual lo que ocurra tienes algo
que hace que todo rebote. Felicidad, el
mejor escudo, la mejor armadura, la mejor y la peor de las drogas.
Dependiente de algo: de mí mismo, de lo que sabes que tienes
dentro, ese millón de caricias, ese millón de suspiros arrancados con un beso o
un mordisco en su cuello, o los dos millones de besos en cada rincón de su
cuerpo... hasta que estalla en carcajadas, sí de esos y de los que hacen que se
encienda contigo y quiera arrancarte la ropa o la piel, depende dónde estés, ya
se me entiende.
Ya mi almohada conoce mis dedos, antes conocía mis
pensamientos, mis caricias no dadas, los abrazos no comprendidos…
Los tiempos cambian y ella también sufre las crisis.
Alejandro Rivas Gutiérrez
No hay comentarios:
Publicar un comentario