Eres el barco con el que surco las tormentas, la madera que
fija mis pies en el temporal, las velas que recogen el viento que me empuja
hasta puerto. El puerto que abierto siempre me espera, la gota que resbala por
mi cara dejando su gusto salado en mi boca. La brújula que me indica el norte,
el norte de tus montañas y de tus valles. La luz que me muestra el camino de tu
espeleología. El silbido furioso de un mundo cabreado que todo desordena y todo te llevas con la fuerza y crueldad que
sólo da la madre.
El sentido que he perdido. El viaje no terminado. El salto a
medias. La hostia. El dolor. El silencio. La visión borrosa.
La canción que llega, te llena y se vuelve una y otra vez a
mi auricular.
La vara con la que mido. Felicidad, decepción, razones,
diversiones, cabreos o caricias.
Las cosas que no veo e imagino, las risas contenidas, el cariño
perdido, el amor enjaulado. La libertad…
Eres un barco que encallado puede seguir navegando, pues cada herida da carácter, cada batalla
ganada es una victoria conquistada y cada batalla perdida… una putada de la que
aprender.
Eres…
Alejandro Rivas Gutiérrez
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