domingo, 28 de junio de 2015

San Juan

Puede que no haya mayor error que centrar tus problemas en el exterior, en las circunstancias, cuando hacemos eso nos refugiamos en nosotros mismos para obviar los grandes problemas que nos acosan y nos hacen ser cada vez menos, hasta que nos encontramos siendo muy pequeñitos, unos enanos, una sombra de lo que una fuimos o podremos ser.

Pasó San Juan, momento del año que con su ayuda tratamos de cambiar ciertas cosas de nuestra vida y pedimos lo que queremos… ¿pero de verdad vale que quememos unos papeles para que nuestros problemas se solucionen? No, puede ser un inicio, puede incluso una fuerza mística empujarte,  pero el cambio  más grande lo tienes, lo tenemos en nosotros mismos.

Yo este San Juan no hice nada, y no es porque no quisiera cambiar nada, que hay mucho que cambiar, sino porque inicié mi propio camino al cambio que yo quería  en Noviembre del año pasado.

He ido quitándome lastre, he dejado esa coraza de tío inteligente, agradable, simpático, de perfeccionista de… tantas cosas que me pensaba que era y que sólo medraban mi propias virtudes, las que son auténticas que ahora me siento ligero. Ahora siento que puedo luchar por mis sueños, que puedo ir más lejos, emplear mejor mis recursos y me siento menos que antes, pero mucho mejor. No me siento inteligente. No me siento sabio. No me creo especialmente simpático. No creo que la perfección sea la solución.

Pero ahora si me siento, aventurero… He recuperado la aventura, las ganas de volar, las ganas de enfrentarme al miedo, al amor, al mundo, al silencio, a las lecciones aburridas, a los idiomas nuevos, a las nuevas actividades, a realizar una vida solo, que alguien se apuntará a mi vida a mi carro… ¿por qué me voy a subir al carro de alguien si tengo fuerza para tirar del mío?


Debería de haber pedido a San Juan algunas cositas, sí claro, sería una ayuda. Pero sin pedirlo me llegó desde el 14 de mi mes lo que necesitaba. El 13 que me identifica, me cambia.
Supongo que debería dar las gracias a San Juan, o a San Valentín o a la Luna, o al 13.

Cambiad si no sois felices. Si con lo que hacías no eras feliz ¿por qué sigues por ese camino? El día que consigas abrir los ojos volverás a ser quién querías ser, y hoy os diré. No sé si mañana seré barrendero, chapista, o chapero o si seguiré vendiendo plantillas, pero sí sé algo. No dejaré que otra vez la vida me atrape, que me atrape a mí mismo. Escuchad que afuera hay cientos de personas que te dirán cuales son tus fallos que tú no ves. Escuchadles, escucharos que seguro os decís lo mismo en las noches de comer techo.


Alejandro Rivas Gutiérrez

jueves, 11 de junio de 2015

Panacea

Quisiera hablaros de algo que me ocurre… A veces es difícil encontrar las palabras exactas para lo que te pasa, para lo que piensas o sientes y aunque no deba hablar en público de mis sentimientos… Esto me supera y lo quiero compartir.

Estoy seguro que cuando estés leyendo esto, pues sólo existe por ti, habrá cierta expectación, pero para expectación la que se me produce cada vez que voy a verte, algo nuevo surge o algo muy viejo, no lo sé, de lo profundo de mi intimidad y que me cura. Sí me cura. Da igual que me ocurra, sea un buen o un mal día, esté enfermo u operado. Me calmas más que cualquier droga, y no probé ninguna, pero no puede ser que sólo con verte desaparezca todo a mi alrededor.

Estaba en el hospital, y de verdad me dolía el cuerpo, sentía como si me hubiesen apuñalado, me hubieran dado de puñetazos y se me cortaba un poco la respiración… Entonces llegaste con tus sandalias blancas, esas que tienen un poquito de tacón, unos vaqueros, el nuevo corte de pelo y esa camisa que hacia juego con tus ojos panzaburriles.

No recuerdo nada de aquel día salvo lo bien que estaba mientras te acurrucabas en mi brazo. Casi no recuerdo los dolores, pero sí lo bien que me sentí al verte, es como si fuese el director de una peli y en cuanto entraste la luz se centró en ti, en tu sonrisa y ya la cámara no dejó de seguirte, bueno y mis manos… pero sólo lo sabes tú.

Eres la mejor medicina, eres esa panacea para cualquier mal. Sólo apareces en mi vida, en mi día y lo arreglas. Da igual que estés aquí o allí. Cuidaré de ti, porque cuidarte se lleva mis males, lejos de sentir esa pereza del enfermo y necesitar cuidados, lo que necesito es cuidarte, mimarte y darte todos los besos que me guardo cada día a la espera de verte.

No quisiera decir más, pues alguna cosilla me gustaría susurrarte cuando estoy abrazado a ti en la cama, esas cosas que se me escapan entre sueños. Eres mi sueño, y lo sabes.


Rozalen pone el hilo musical de hoy



Alejandro Rivas Gutiérrez

martes, 2 de junio de 2015

Caballero de Brillante armadura

No importa la edad, no importa la condición social o las notas que sacó en el último examen. Nada de esto importa cuando alguien llega a tu vida para cambiarla, no te preguntas ¿quién es? La única pregunta que de verdad importa es: ¿Dónde estuviste tanto tiempo?

Ese tipo de personas se convierten en un talismán, se vuelven en pocos segundos en seres a los que odiar y querer y sabiéndolo o sin saberlo algo ha cambiado en ti desde el primer momento.

Y el primer segundo de tu vida empieza justo ahí, porque aunque tú no lo sabías, no estabas viviendo, estabas sobreviviendo, te estabas dejando llevar por las olas de vida, por los vientos de otros y te subías a otros barcos por miedo a perder… O si lo piensas un poco más, ni por miedo a perder, simplemente te dejabas llevar.

Guardabas lo que tenías dentro en un cofre remoto, te ponías tu brillante armadura, como “El caballero de la brillante armadura” y estabas siempre listo para salir a batalla, a batalla por cualquier causa ajena a ti y que mereciese la pena luchar… Tal era tu intención de ayudar a los demás que te habías olvidado de ti mismo. ¿qué es lo que te hacía feliz? ¿De verdad lo que haces te hace feliz? Y posiblemente, como me pasó a mí, creas que sí… e incluso cuando tu armadura y tu espada estaban siendo más usadas que nunca, pensabas que habías encontrado un sentido a tu existencia … De pronto ese sentido desaparece y te rompes.


Lo bonito de esta metáfora, es que no es una metáfora, es una realidad, y no sólo mía, con sus nombres y apellidos, con sus años y sus meses, no, es una realidad que estaba tras una armadura, bajo un cofre de deseos y pasiones…

La llave de todo eso ,también tiene nombre apellidos, condición social y hasta sexo. Te liberas de todo lo anterior y descubres quién eres… bueno la verdad es que no lo descubres, la verdad es que lo sabías, pero por algún motivo no lo sacabas, no lo sacaba… mostraba nada más que una estúpida armadura.

Hoy soy un héroe diferente. Sincero, sin trapos, sin arreglos. Con camisa o chándal, con sueños demasiado grandes para un hombre de poco más de 170… asusta ser auténtico, asusta ser tu mismo, pues ahora si te pueden herir, ahora si pueden llegar a ti… Pero sabéis qué? Que con armadura no era feliz, aunque lo pensase, con armadura todo era lento y farragoso y no hacía nada por vivir. Mi vida tenía 27 años, pero mis 27 años no tenían vida… De ahí que cuando me quite la barba tenga unos tiernos 16.

Gracias


Alejandro Rivas Gutiérrez