No importa la edad, no importa la condición social o las
notas que sacó en el último examen. Nada de esto importa cuando alguien llega a
tu vida para cambiarla, no te preguntas ¿quién es? La única pregunta que de
verdad importa es: ¿Dónde estuviste tanto tiempo?
Ese tipo de personas se convierten en un talismán, se
vuelven en pocos segundos en seres a los que odiar y querer y sabiéndolo o sin
saberlo algo ha cambiado en ti desde el primer momento.
Y el primer segundo de tu vida empieza justo ahí, porque aunque
tú no lo sabías, no estabas viviendo, estabas sobreviviendo, te estabas dejando
llevar por las olas de vida, por los vientos de otros y te subías a otros
barcos por miedo a perder… O si lo piensas un poco más, ni por miedo a perder,
simplemente te dejabas llevar.
Guardabas lo que tenías dentro en un cofre remoto, te ponías
tu brillante armadura, como “El caballero de la brillante armadura” y estabas
siempre listo para salir a batalla, a batalla por cualquier causa ajena a ti y
que mereciese la pena luchar… Tal era tu intención de ayudar a los demás que te
habías olvidado de ti mismo. ¿qué es lo que te hacía feliz? ¿De verdad lo que
haces te hace feliz? Y posiblemente, como me pasó a mí, creas que sí… e incluso
cuando tu armadura y tu espada estaban siendo más usadas que nunca, pensabas
que habías encontrado un sentido a tu existencia … De pronto ese sentido
desaparece y te rompes.
Lo bonito de esta metáfora, es que no es una metáfora, es
una realidad, y no sólo mía, con sus nombres y apellidos, con sus años y sus
meses, no, es una realidad que estaba tras una armadura, bajo un cofre de
deseos y pasiones…
La llave de todo eso ,también tiene nombre apellidos,
condición social y hasta sexo. Te liberas de todo lo anterior y descubres quién
eres… bueno la verdad es que no lo descubres, la verdad es que lo sabías, pero
por algún motivo no lo sacabas, no lo sacaba… mostraba nada más que una estúpida
armadura.
Hoy soy un héroe diferente. Sincero, sin trapos, sin
arreglos. Con camisa o chándal, con sueños demasiado grandes para un hombre de
poco más de 170… asusta ser auténtico, asusta ser tu mismo, pues ahora si te
pueden herir, ahora si pueden llegar a ti… Pero sabéis qué? Que con armadura no
era feliz, aunque lo pensase, con armadura todo era lento y farragoso y no
hacía nada por vivir. Mi vida tenía 27 años, pero mis 27 años no tenían vida…
De ahí que cuando me quite la barba tenga unos tiernos 16.
Gracias
Alejandro Rivas Gutiérrez
No hay comentarios:
Publicar un comentario