Quisiera hablaros de algo que me ocurre… A veces es difícil encontrar
las palabras exactas para lo que te pasa, para lo que piensas o sientes y
aunque no deba hablar en público de mis sentimientos… Esto me supera y lo
quiero compartir.
Estoy seguro que cuando estés leyendo esto, pues sólo existe
por ti, habrá cierta expectación, pero para expectación la que se me produce
cada vez que voy a verte, algo nuevo surge o algo muy viejo, no lo sé, de lo
profundo de mi intimidad y que me cura. Sí me cura. Da igual que me ocurra, sea
un buen o un mal día, esté enfermo u operado. Me calmas más que cualquier
droga, y no probé ninguna, pero no puede ser que sólo con verte desaparezca
todo a mi alrededor.
Estaba en el hospital, y de verdad me dolía el cuerpo,
sentía como si me hubiesen apuñalado, me hubieran dado de puñetazos y se me
cortaba un poco la respiración… Entonces llegaste con tus sandalias blancas,
esas que tienen un poquito de tacón, unos vaqueros, el nuevo corte de pelo y
esa camisa que hacia juego con tus ojos panzaburriles.
No recuerdo nada de aquel día salvo lo bien que estaba
mientras te acurrucabas en mi brazo. Casi no recuerdo los dolores, pero sí lo
bien que me sentí al verte, es como si fuese el director de una peli y en
cuanto entraste la luz se centró en ti, en tu sonrisa y ya la cámara no dejó de
seguirte, bueno y mis manos… pero sólo lo sabes tú.
Eres la mejor medicina, eres esa panacea para cualquier mal.
Sólo apareces en mi vida, en mi día y lo arreglas. Da igual que estés aquí o
allí. Cuidaré de ti, porque cuidarte se lleva mis males, lejos de sentir esa
pereza del enfermo y necesitar cuidados, lo que necesito es cuidarte, mimarte y
darte todos los besos que me guardo cada día a la espera de verte.
No quisiera decir más, pues alguna cosilla me gustaría
susurrarte cuando estoy abrazado a ti en la cama, esas cosas que se me escapan
entre sueños. Eres mi sueño, y lo sabes.
Alejandro Rivas Gutiérrez
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