Nunca he sabido de los ciclos de la luna, no sé si está
creciente, menguante, nueva o vieja… Para mí es algo más sencillo. La miro y me
mira. La miro y me cuenta sus historias.
Hoy amanecía roja, grande, enorme, menguando tras mostrarnos
toda su plenitud, pero la veía triste, sola, mirando a una humanidad que se
destruye, a las parejas que un día fueron, a los amigos que ya no se vuelven a
encontrar y a los sueños rotos por los imprevistos o la falta de fuerzas…
Así la veía, así me sentía y mientras bajaba en mi coche por
la R3 e iba descifrando sus mensajes en
ese lenguaje de artistas, poetas y borrachos, que muy bien no sé por qué
entiendo pero asimilo, me di cuenta que en cierta manera veo la vida igual que
ella. Solo en la distancia tratando comprender la crueldad la frialdad del
mundo sin nadie a quién contárselo sólo siendo un reflejo de lo que siento y
muchas veces tratando de esconder mi cara para que nadie sepa lo que no cuento.
Es curioso que os cuente esto, si como con la luna oculto
siempre una parte de mi mismo y siempre trato de no mostrarme completo, y ahora
mismo me siento tan desnudo como su superficie… Si es verdad que en el fondo
somos polvo de estrellas, seremos lo mismo? ¿O sólo vemos reflejado lo que
sentimos?
Hoy la Luna lloraba. Pero yo sólo la miraba, tranquilo, con
pausa, sin prisas, maldiciendo que la carretera
fuese el mejor lugar para observarla, maldiciendo que trajese a mí esos
recuerdos, simplemente, deleitándome con su belleza…
Que hombre más raro debo de ser que habla de la Luna, y de sus sentimientos de lo poco que me gusta el mundo y lo triste que me parece todo. Pero soy así. Pelirrojo. Alejandro Rivas Gutiérrez.
Gracias
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