Me gustaba el orden que ponías en mi vida, me gustaba que
fueras como un día de otoño, cálida, fría, revuelta, imprevisible. Me gustaba
sonreír al verte, correr a abrazarte, desearte desde lo más profundo de mi ser.
Me gustaba hablar de nada durante horas, me gustaban los buenos días, las
buenas noches, y el qué estás haciendo que te necesito.
Me gustaba la rabia que hervía en ti cuando alguien dudaba
de que me quisieras, me encantaba y sonreía viendo como sufrías pensando que me
ibas a perder. Sí sonría no por tu sufrimiento, sino porque no sabías que así
me enamorabas un poquito más y estaba cada vez más pendiente de cada pasito que
dabas.
Me gustaba que tuvieras esa independencia totalmente
dependiente de mí, me encantaba que no necesitaras de mí para hacer cualquier cosa,
pero que prefirieras ir al cine conmigo. Me encantaba ver que a esta obra podía
o tenía que ir yo.
Me encantaba saludar al romero, me encantaba dejarte notas
sobre el escritorio, o simplemente no hacerlo y que lo echaras de menos. Me
encantaba hacer cosas y que aparecieras en mis recuerdos. Me encantaba, claro
que me gustaba…
Hoy hablaba con el que posiblemente sea mi mejor amigo sin
que el tiempo o la distancia nos dañe, y estamos decididos a irnos a vivir
juntos. Justo cuando le decía “no me importa pasarlo mal, quiero vivir contigo”
me imaginé esa conversación cuando te convencí de que debía de tener un
Carlino.
Ya hice mi lista mental sobre las cosas que quiero para mi
noche de San Juan ,para el ritual que no voy a hacer, pues si debo de creer que
el pensamiento influye en algo, valdrá de más que mi quema de papeles, pero en
mis deseos está tu felicidad, para mí que llegue la vida y la pelee pero para
ti que llegue la felicidad.
Qué bonitos son mis recuerdos, que bonita es la vida, pero
sólo a veces, otras estamos un poquito rotos, un poquito jodidos, un poquito
solos.
Alejandro Rivas Gutiérrez